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Introducción:La mayoría de los historiadores coinciden en asignar la paternidad del café, como estimulante en el consumo humano, a un modesto beduino, recordemos que es propio de los historiadores asignar paternidades,y, en éste caso, le corresponde a Khaldi, pastor de caprinos posiblemente yemenita, acerca del cual coinciden las leyendas en que aproximadamente corría el año 575 de nuestra era (la fecha precisa resulta inconsistente), cuando este pastor observó que su rebaño de cabras, tras comer los acerezados y carnosos frutos del café, un arbusto natural de sus tierras montañosas, manifestaban un comportamiento diferente, mostrándose más inquietas, juguetonas y resistentes; y Khaldi, intrigado por el cambio conductual de su rebaño y atribuyéndolo a dichos frutos, decide degustarlos, experimentando en él mismo sus seductores efectos psicoestimulantes para posteriormente compartir su descubrimiento con los monjes de un monasterio, posiblemente islámico Zaidí, cercano a sus tierras de pastoreo, quienes iniciaron pruebas más sistemáticas hasta lograr la vivificante infusión que hoy conocemos como café, palabra afrancesada que deriva del turco gahwéocahvéy éste del árabe gahwa.
Las leyendas se bifurcan un poco y se mezclan con el Islam, y así cita Brailowsky, (1998) que el propio Mahoma mostró a un santón del monasterio la forma de preparar la bebida a partir de los frutos secos del café; y Álvarez (2000) refiere que Mahoma mismo se curó con dicho brebaje de la somnolencia; citan Duran y García (en Correa, 2003) que Mahoma llegó a decir que bajo su influencia, y salvada la exageración cuantitativa mitológica, tal milagro pudiera ser lo inverso, por sus efectos vasoconstrictores y diuréticos. Aún hoy, es costumbre regional el masticado de los cotiledones secos del árbol del café en éstas regiones árabes.
Para algunos estudiosos, el café viajó en las postrimerías del siglo XVII a la isla de Java, perteneciente al archipiélago Malayo, que por tener una cadena montañosa volcánica favorece su cultivo; es de aquí de donde se introducen a Europa en calidad de especies de investigación a los jardines botánicos de Ámsterdam y París.
Pero la Europa renacentista del Siglo XVII, que pese a vivir la dilatada modorra de la Edad Media estaba atenta a lo inédito y disímil, acoge, a través de los turcos, esta bebida la cual rápidamente adopta y populariza su consumo, e incluso lo culturiza, creando sitios ex profesopara paladearlo en medio de gratas compañía y charlas amenas, pues eran los caféslugares de reunión tanto para las damas como para los señores o incluso para quien prefiere su productiva “compañía en solitario” en donde el café, como buen psicoestimulante, favorecía la composición de los pensamientos y las emociones induciendo, cual oxitocina, el parto de majestuosas obras de la plástica, la música, la literatura y por supuesto la ciencia del Renacimiento.